Ahijados, amantes, negocios y brujería
(*) Tomás Molina Céspedes
En los libros se dice que ahijado es la persona apadrinada de otra en el momento del bautismo o el matrimonio. En ambos casos el ahijado o la ahijada tienen dos juegos de padres; los de nacimiento y los padrinos.
Estos últimos son generalmente parientes o amigos de los padres. El beneficio del ahijado es tener cuatro personas para aconsejarlo y para ver su desarrollo espiritual y terrenal.
En resumen, los padrinos son los padres espirituales de sus ahijados, guardianes HONORÍFICOS de sus hijos espirituales.
El anterior concepto está bien para los libros, porque en estas tierras del Alto Perú, los ahijados, sobre todo los de matrimonio, son vividores que escogen a sus padrinos no por el honor de tenerlos por padres espirituales y guías, sino por el dinero que tienen y la oportunidad de sangrarlos económicamente el día de su boda y por el resto de sus vidas, salvo casos excepcionales que pueden contarse con los dedos de un manco, como diría Coco Manto.
El caso de Nelson Arébalo es emblemático. Cuando era un simple vendedor ambulante de champúes, nadie lo quiso por padre espiritual, pero ni bien se convirtió en millonario, gracias a FINSA, de pronto todos se dieron cuenta que éste era el padrino ideal, el hombre guía para hijos, para recién casados y personas necesitadas.
Durante el apogeo de FINSA, la cantidad de solicitudes de padrinazgo que recibía Nelson Arébalo era torrencial, como las lluvias bíblicas.
Padres necesitados, novios y novias hambrientas de dinero y boda gratis, clubs deportivos, sociedades benéficas, promociones, sindicatos, etc., etc., acudían a él todos los días, para nombrarlo padrino de todo.
Eran tantos los pedidos de padrinazgo, que Nelson Arébalo tuvo que abrir en su empresa una Oficina de Bienestar Social para atender todos estos pedidos.
Con tantos nombramientos de padrinazgo y la atención a ahijados, ahijadas y compadres, Nelson Arébalo pasaba la semana entera de fiesta en fiesta, bebiendo insaciablemente, como ladrillo de segunda, con total desmedro de su figura que iba adquiriendo las formas de un luchador japonés de sumo.
El tiempo ya no le alcanzaba para dirigir su empresa, por lo que tuvo que confiar sus negocios a rábulas, tinterillos y ayudantes que lo esperaban como buitres para engullirse cuánto dinero podían de su confiado patrón.
La generosidad de Nelson Arébalo, como padrino de algunos matrimonios era tal, que no sólo pagaba toda la cuenta de la fiesta y de costosos regalos, sino que también otorgaba millonarios PRÉSTAMOS DE HONOR a sus ahijados,
sin respaldo de documento alguno.
Préstamo de honor de $us. 500.000
Se conoce que a dos de sus ahijados artistas, un bufón y una famosa comediante, les prestó medio millón de dólares, para adquirir un inmueble en El Prado y montar un espectáculo nocturno, para alegrar la noche cochabambina los fines de semana. Como no hubo documentos de por medio, por tratarse de un préstamo de HONOR, este dinero se quedó para siempre en poder de tan privilegiados ahijados.
Ante la presión del Comité de Prestamistas de FINSA, uno de tales artistas reconoció públicamente que había recibido efectivamente un préstamo de su padrino Arébalo, pero no de medio millón de dólares, como se le acusaba, sino simplemente 380.000 dólares, que prometió devolver, pero sin intereses.
Al respecto, los dirigentes de dicho Comité con la firma del Cnl. Joaquín Rejas Ledezma, Emilio Chávez Vásquez, Daniel Gutiérrez Gamboa y Blanca de Torres publicaron una solicitada en el periódico “Los Tiempos”, el 29 de marzo de 1993, donde señalan:
“Se emplace a los dirigentes a la devolución de los dineros recibidos y de cuanta persona tuviere en su poder, como el caso concreto de Alberto Gasser, que confesó en declaraciones televisivas ser evidente tener obligaciones con la Financiera FINSA.
Lo cierto es que, finalmente, este comediante no devolvió ni un centavo del préstamo de honor que le hizo su generoso padrino.
Como Arébalo también era padrino de orfelinatos, mensualmente donaba a estos albergues dinero y alimentos. Regalaba dinero a estudiantes de “San Simón”, clubes deportivos, promociones y sindicatos.
Con la finalidad de atraer para su empresa más capitales de vecindarios pobres de la ciudad, en la navidad de 1990 obsequió 30.000 dólares en juguetes para niños de diferentes barrios marginales.
Con aire paternalista, alguna vez, dijo: “FINSA se acuerda más que el Estado de los niños pobres”.
Claro, hacer donaciones con dinero ajeno y ganar pasajeras alabanzas, es oficio fácil de megalómanos y malhechores.
(*) Abogado y escritor